miércoles, 16 de febrero de 2011

Ley Sinde

Como cada mañana, me ha despertado el boletín de las 6. La diferencia es que hoy he abierto los ojos escuchando que finalmente la Ley Sinde ha sido aprobada por el Congreso con 323 votos a favor. No lo puedo negar, una mezcla de mal humor, resignación y decepción me ha acompañado a lo largo del día. Y aún me dura el disgusto. Tampoco puedo negar que hago uso de los servicios de algunos sitios web que me proporcionan CULTURA de forma gratuita. Música, series, películas, libros... todas estas obras me enriquecen, me forman, me educan y aprendo con ellas. La Ley Sinde no significa el cierre de ciertas páginas web, significa el cierre a la cultura accesible. Evidentemente me gustaría, y mucho, poder tener la capacidad económica para pagar todas las reproducciones originales de un material que me ayuda a aprender y a formarme como persona. Pero no es el caso, bastante me cuesta pagar hipoteca, facturas, seguros, gasolina y los estudios. Sin hablar del espacio que todo esto ocuparía en un piso-Ikea como en el que vivimos los jóvenes de hoy.
La cultura no es un crimen

Está muy bien esto de proteger los derechos de autor. Está mejor además cuando nos sablean a cánones por todos lados cuando compramos reproductores de música; o cuando nos obligan a consumir publicidad en un cine en el que hemos pagado sólo para ver una peli, y no para ver anuncios, que para eso ya vemos la película en la televisión. O cuando además pagamos un extra al comprar una caja de DVD’s para grabar nuestras fotos del último viaje que hemos realizado, para unas fotos de las que somos nosotros los autores. ¿Por qué no nos devuelven la parte proporcional del canon? ¿Y qué pasa con la libertad y los derechos fundamentales de los ciudadanos?
Quizás seamos uno de los países más piratas, pero en verdad a los únicos a quienes les importa prohibir las descargas es a los lobbies norteamericanos, a las multinacionales de telefonía y comunicación y a las agencias de publicidad. ¡Ah! Y por supuesto a los autores que parece que no ganan bastante con sus conciertos, cada vez más cortos y más caros, ni con sus libros y películas que estrenan en fiestas privadas solo aptas para la jet más cool del momento. Supongo que a mí también me importarán las descargas ilegales cuando me premien con el nobel de literatura.

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