El vino forma parte de la vida y de la cultura desde hace siglos. Como símbolo duradero de la vida y cultura europea, española y catalana, el vino ha desarrollado funciones que han ido evolucionando con el tiempo, pasando de ser una importante fuente nutritiva, a un brebaje para animar el alma, o a convertirse en complemento cultural de la comida, fuente de inspiración y creatividad y motivo de encuentro entre expertos y amantes de este líquido único, compatible con un estilo de vida sano. A su vez, la viticultura ha seguido el mismo proceso de cambio, convirtiéndose en un arte.
Parece que los siglos no cambian la tradición de presentar el vino y de comunicar sobre él mismo, sobre sus orígenes, la herencia y la vinicultura. Cambian las formas, los actores, siendo ahora una élite selecta y glamurosa la que rodea las actividades en las que está presente el vino. Existe ahora cierto culto al vino, solemne y grandilocuente. Pero, de alguna manera, siempre ha sido así. Lo que vivimos forma parte de la tradición vinícola que hemos heredado, simplemente la hemos mejorado y la hemos rodeado de cierta presuntuosidad para dotarla del reconocimiento y la apreciación que se merece.
El vino, cultura sofisticada y refinada |
Resulta fácil afirmar que un consumo responsable del vino es compatible con un estilo de vida europeo, moderno y sano. La actual cultura del vino debe incluir un compromiso común de todas las partes a asegurar que el consumo moderado siga siendo la norma social.
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